La conducta de juego
LA CONDUCTA DE JUEGO
Alberto Weigle
1976
1. SIGNIFICADO
El juego es una conducta y, como tal, participa de todas las características generales de ésta, pero vamos a destacar solamente la cualidad que lo ubica en un lugar particularísimo y que comparte, y no totalmente, con algunas otras actividades del ser humano (los hobbies, la afición por los deportes, las inclinaciones artísticas, filosóficas, etc.). -
Si graficamos este lugar peculiar, podemos ubicarlo, como vemos, en la zona de superposición entre el mundo interno y el mundo externo.
El mundo interno se refiere a nuestro interior, o lo subjetivo, el adentro donde se desarrollan nuestros pensamientos o deseos.
El mundo externo es lo objetivo; se refiere al mundo compartido, el afuera sobre el que estamos de acuerdo en cuanto a su existencia y relaciones.
El jugar participa de ambos mundos sin pertenecer especialmente a uno u otro.
Un ejemplo: si un niño está jugando con una escoba, ésta será sucesivamente un caballo, una escopeta o un remo y estos significados estarán unidos a sus deseos de huir de un peligro, de matar a un enemigo o de penetrar dentro de alguien, según el contexto dramático del juego creado por el niño.
En este contexto, la escoba ha perdido su sentido de instrumento que actúa eficazmente en el mundo externo y ha sido convertida en algo para lo que realmente no sirve.
Sin embargo es el objeto real imprescindible para poder decir que el niño está jugando. Si no usa nada, no está jugando; está pensando o imaginando, lo cual no es en absoluto lo mismo. Pero también pensar e imaginar, como elementos del mundo interno, son imprescindibles para jugar, pero no por ello podemos decir que los deseos o temores que se expresan en el juego, se lleven realmente a cabo.
Es ese elemento de irrealidad, de magia, de creación sin barreras, asido sin embargo a la realidad (interna o externa) lo que le da el sello característico a la conducta de juego.
2. GÉNESIS
En el niño pequeño consideramos:
Una primera etapa donde podemos observar a menudo que el bebé succiona el pecho como si bebiera, pero no lo hace. Está jugando. Puede hacer lo mismo con su puño o sus dedos, lo cual es más como si, porque el pecho no está. En esos primeros momentos podemos decir que aún no distingue claramente entre él y su madre y la vive como parte de él en tanto esté presente cuando la necesite. Pero no siempre está presente. Esa ausencia, en tanto no sea excesiva, la usa el bebé para adquirir paulatinamente las nociones de tiempo (a través de la espera) y de espacio (a través de la separación).
Puede sentir así a la madre como alguien distinto •de él. Pero a pesar de su utilidad, las ausencias de la madre no dejan de ser desagradables. Y allí aparece el jugar como amortiguador entre el deseo interno, imperioso, y la realidad externa que lo frustra. No está la madre pero hay algo que puede sustituirla, aún sabiendo que no es lo mismo: sus dedos, el chupete, el osito de pelouche. A objetos con esta función les llamamos, con Winnicott, transicionales: ayudan a soportar la espera y la separación.
Y ya estamos en la segunda etapa. Pero estos objetos, los juguetes, que también son usados para actividades sensoriales y motoras, gradualmente van adquiriendo distinta significación en la actividad creadora del juego, como lo vimos en el ejemplo de la escoba. Ésta es usada para significar diversas cosas y, a través de ese proceso, el niño adquiere la capacidad de distinguir el objeto, o su sentimiento, de aquello que lo simboliza, lo que le permite usar plenamente el juego en el plano dramático de las relaciones y entrar así en el mundo de la palabra, lo simbólico por excelencia.
Así comienza, entrando en la tercera etapa, a comprender la existencia de los otros como semejantes a él. Ya no es cuestión de jugar con los demás como si fueran juguetes, sino de jugar junto a ellos, de crear juntos el juego.
3. VALOR PARA EL NIÑO
La función de amortiguación del juego entre el mundo interno y el externo, resume el valor que tiene para el niño pero podemos desglosarlo un poco más:
Como actividad estructurante: El niño estructura, a través de la actividad lúdica, su coordinación perceptivo-motriz así como las nociones de espacio y tiempo, como ya vimos. Jugando el niño aprende, se entrena, razona, construye. Pero estas importantísimas funciones no son privativas del juego sino que están incluidas en toda la actividad del niño.
Como actividad placentera: Nadie duda que jugando se obtiene placer. Y el placer es muy importante para el niño. Y para todos ... Pero ¿en qué consiste ese placer? No podemos decir• que sea exactamente un placer de los sentidos; o el placer de una tarea terminada; o el de lograr una victoria; o la alegría de quitarse un peso de encima. Sin embargo, todas estas satisfacciones participan, en cierto modo, en el jugar, pero estructuradas de forma muy particular, y a esa función de armado la llamaremos:
La actividad creativa del juego: Para ello el niño toma el material, tanto de las experiencias vividas como de su mundo imaginario, y lo escenifica de mil modos mostrando cada vez nuevas facetas. Esta actividad creativa y re-creativa (valga el do ble sentido de la palabra) es placentera de por sí y no sólo por las situaciones placenteras que evoque en su contenido.
Como elaboración de conflictos: Esta función es muy importante. Un conflicto es, dicho de modo simple, el choque entre dos término
- un deseo (o sea algo interior, consciente o no) y
- una prohibición (o limitación) a su satisfacción, que, en última instancia, siempre proviene del exterior.
Elaborarlo es pulir y armonizar en lo posible los dos términos para que el choque sea más tolerable.
La actividad del juego, colocada allí, a modo de amortiguador, como ya vimos, está en posición inmejorable para ayudar a la elaboración de los conflictos.
4. VALOR PARA EL TÉCNICO
A través de la OBSERVACIÓN del juego, tanto fuera como dentro de una entrevista diagnóstica, el técnico puede obtener valiosísima información sobre la estructura psicológica del niño. Así pueden observarse: rasgos de carácter, tipos de identificación sexual, pautas de conducta relacional, manifestación de emociones, expresión de conflictos.
Todos estos elementos sirven, como corte transversal para el diagnóstico de estructuras patológicas y para la evaluación del nivel de desarrollo psicológico alcanzado por el niño, así como para seguir su evolución.
Veamos ahora el valor del juego para la COMUNICACIÓN entre el terapeuta y su pequeño paciente. Enla psicoterapia, que no trata de enseñar ni de imponer nada al niño, sino de ir descubriendo y elaborando junto a él sus conflictos, el mejor modo que tiene el niño pequeño para hacerse entender y entender es sin lugar a dudas el campo común de su jugar) con el jugar del terapeuta.
Ambas fuentes, observación y psicoterapia, son fundamentales al aportar su material a la INVESTIGACIÓN.
5. ALTERACIONES
Si a través de lo dicho han podido captar qué es jugar, y por lo tanto, qué no lo es, podemos afirmar que el jugar en sí, cualquiera sea, no puede ser considerado nunca anormal. Claro que en el juego se expresa la patología del niño, como ya dijimos, pero la propia acción de jugar, la que se manifiesta allí, en la zona de transición, y respeta esos límites es siempre normal.
Lo anormal será entonces su ausencia o su interrupción a lo que llamaremos la INHIBICIÓN DEL JUGAR.
Podemos detectarla:
en el tiempo: se ve, por ejemplo, en los niños absortos en ensoñaciones o en aquéllos que no pueden desprenderse de la actividad de la madre;
en la variedad: los juegos son repetitivos, monótonos. El niño no usa todo el abanico de sus posibilidades lúdicas
en la completud: aparentemente juegan todo el tiempo y a veces a ritmo muy rápido, pero nunca terminan nada, nada los conforma, el juego está invadido por la ansiedad, por la agresividad u otras emociones que lo interrumpen de continuo;
en la integración grupal: el niño, o bien se aísla o bien se hace expulsar de los grupos por su conducta.
Estas formas de inhibición pueden darse aisladas o combinadas y su intensidad varía desde cierto grado normal hasta patologías muy acentuadas.
6. ACCIÓN AMBIENTAL
El niño juega espontáneamente pero también aprende a jugar. Con esto queremos decir que puede recibir la influencia ambiental en su actividad lúdica e incluso la necesita.
Cuando bebé necesita el estímulo de la madre, es decir, que lo acompañe y se armonice con él en el juego de ambos cuerpos y luego que vaya introduciendo los juguetes, de modo que sean aceptados y enriquezcan sus posibilidades. Más adelante necesita no sólo el estímulo sino también los límites a su actividad, lo que le ayudará a reconocer la realidad.
En el relato que los padres nos hacen sobre sus hijos podemos entonces detectar:
la falta de estímulos, que puede apreciarse en la indiferencia de muchos padres;
el. exceso de estimulación, que implica una invasión a la actividad del juego por una intervención adulta desmedida;
la falta de límites en padres excesivamente permisivos, que conduce a que el juego no permanezca en lo que es y derive en acciones destructivas o de otro tipo, que terminan por provocar la ansiedad o el desconcierto en el niño;
el exceso de límites, muy frecuente, que se ve en el control exagerado de los adultos, en la supresión directa del juego, o en su sustitución por otras actividades.
Cualquiera de estas acciones u omisiones constituye, en último término, un ataque al área del juego, área privilegiada que debería ser siempre celosamente cuidada.
Y aquí sí la intervención del pediatra puede muchas veces ser decisiva para orientar a los padres; especialmente respecto a sus hijos pequeños cuando todavía hay tiempo para corregir errores.
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