miércoles, 30 de septiembre de 2020

A. Weigle Deconstruyendo la teoría del apego

 

 

 

DECONSTRUYENDO LA “TEORÍA” DEL ATTACHMENT (apego)

 

 

Todos conocemos la explicación que, en el siglo II, daba Ptolomeo al movimiento de los astros que se observa desde nuestro punto de vista en la Tierra. La Tierra estaba fija (al final, ¿quién se apercibe que nos estamos moviendo a una enorme velocidad?) y todo el conjunto de astros giraba en torno a ella. El problema era explicar por qué algunos astros giraban de un modo diferente al resto, dentro de los que estaban el sol, la luna y los planetas hasta entonces descubiertos.

La explicación muy ingeniosa que encontró Ptolomeo a dicho problema fue plantear que los astros que no acompañaban a la gran mayoría, era porque giraban en esferas diferentes. Nace así, su teoría de las esferas celestes que fue aceptada por la humanidad durante 1400 años y sigue siendo útil para los navegantes que mirando el cielo se guían por “la posición y el movimiento” de los astros.

Tuvo que venir Copérnico en el siglo XVI quien demostró con total claridad que era la Tierra que se movía, girando sobre sí misma y alrededor del sol y, además, estando inclinada sobre su eje.

La humanidad demoró 200 años en aceptar esos planteos: primero pasó por encima de Galileo (siglo XVII) y sus confirmaciones de los descubrimientos de Copérnico con su telescopio, pues no eran acordes a las creencias religiosas de la época y constituían una herejía. Y luego la humanidad esperó hasta el advenimiento de Newton (siglo XVIII) y su descripción matematizada de la gravitación universal, para barrer definitivamente la idea de la Tierra como centro del universo.

Quiero destacar con estos comentarios la enorme diferencia entre una TEORÍA como la de Ptolomeo (que tuvo su utilidad) y un DESCUBRIMIENTO como el de Copérnico que abre el campo para nuevos descubrimientos y nuevas teorías.

Salvando las distancias con ese enorme descubrimiento, podría decir algo similar en mucho menor escala con respecto a lo que hoy día se menciona continuamente como TEORÍA a propósito de un sustancial DESCUBRIMIENTO en el área de la ciencia de la psiquis.

Me refiero al descubrimiento de una función fundamental para la vida, función que en idioma español se denomina apego, como traducción inexacta de la palabra inglesa attachment (francés attachement). Y subrayo especialmente lo de función, para distinguirla claramente de la idea de teoría del apego, como se la denomina hasta hoy día (incluso se ve en los últimos trabajos de este año 2019) y como la menciona continuamente el propio Bowlby, tema que desarrollaremos algo más adelante.

Es una función cuyo descubrimiento debemos atribuir enteramente a John Bowlby (1907-1992) aunque haya habido nociones precursoras, como ocurre muy a menudo en ciencia. Me refiero, por ejemplo, a la descripción que hace Konrad Lorenz del imprinting (impronta o troquelado) que observó principalmente en aves, una conducta innata que interpretó como necesaria para la protección de la cría aún inmadura. En este sentido, se corresponde enteramente con el objetivo de cuidado de la cría de la función de apego. Adjuntamos ahora, dos esquemas de lo esencial de este descubrimiento de Bowlby:

U




CUADRO 1: 

 

 

 

 

 

 

CUADRO 2:





Creo que estos esquemas muestran de modo muy sintético los conceptos medulares surgidos de una extensa investigación empírica que, rigurosamente, ha fundamentado una función que hasta ese momento había permanecido oculta para la ciencia.

No es nuestra intención ampliar el contenido de estos conceptos pues esos desarrollos están representados abundantemente en la literatura científica sobre el tema.

Hemos tenido la suerte de estar en contacto, allá por las décadas de 1970-80, con el tema del apego desde los pioneros trabajos producidos por Bowlby, así como con la empiria sobre el tema llevada a cabo por Mary Ainsworth, por Joyce y James Robertson y por muchos otros.

Además, pensamos que, si este descubrimiento hubiera estado en conocimiento de Sigmund Freud, Anna Freud, Melanie Klein, Jacques Lacan y otros famosos psicoanalistas, sus aportes científicos hubieran cambiado radicalmente. Desgraciadamente, esos cambios sustanciales en el enfoque de los temas psicológicos no se han producido en la medida de lo deseable y seguimos escuchando opiniones que tratan de conciliar viejas teorías con el nuevo descubrimiento.

Por ejemplo, Bernard Golse se refiere al apego como pulsión de apego o pulsión de aferramiento, tratando de ubicarlo simplemente como una aplicación de la pulsión sexual, es decir, de la libido:

No se trata de ser conciliador a cualquier precio sino sencillamente honesto. Bajo mi punto de vista no creo que la TEORÍA DEL APEGO nos obligue a revisiones tan profundas de la metapsicología como se ha podido decir.

Esto ya lo he intentado mostrar varias veces y no voy a volver hoy, salvo para volver a decir que el apego –en tanto que necesidad primaria del niño– puede muy bien verse libidinizado como el resto de necesidades y esto sería coherente con la teoría freudiana del apuntalamiento (o apoyo). (Golse, B.;  www.sepypna.com › Artículos › Psicopatología en la perinatalidad 1998)

 

Estas opiniones son con las que estamos en profundo desacuerdo pues pretenden subordinar el aporte de Bowlby al pensamiento clásico del psicoanálisis como lo es la teoría de las pulsiones, teoría ésta que, según nuestra firme opinión, no resiste ni el más mínimo análisis para la epistemología actual y debería ser abandonada para siempre en beneficio del avance de la ciencia.

Desde el ejemplo inicial sobre Ptolomeo y Copérnico estamos tratando de mostrar toda la evidencia que se ha creado para afirmar que el fenómeno del apego es mucho más que una teoría; es un descubrimiento totalmente firme que nadie puede negar, descubrimiento sobre el que se puede teorizar, pero no para minimizarlo, desplazarlo o desconocerlo sino para comprender y visualizar mejor todas las consecuencias que se derivan de su real existencia. Por ese motivo es absolutamente necesario hablar del apego como una FUNCIÓN. Esta función era ya intuida de varias maneras por científicos y literatos, pero nadie la había descrito con la firmeza y los argumentos sólidos y empíricos que desarrolla Bowlby.

Sin embargo, no nos ayuda para nada el propio Bowlby pues continuamente se refiere a la TEORÍA DEL APEGO y extraemos, de sus últimos escritos, sólo una de sus numerosas referencias al respecto:

 

Aquello que, por conveniencia, yo designo como TEORÍA DEL APEGO es un modo de concebir la propensión que muestran los seres humanos a establecer sólidos vínculos afectivos con otras personas determinadas y explicar las múltiples formas de trastorno emocional y de alteraciones de la personalidad, incluyendo aquí la ansiedad, la ira, la depresión y el apartamiento emocional, que ocasionan la separación involuntaria y la pérdida de seres queridos. Como cuerpo de TEORÍA se ocupa de los mismos fenómenos que hasta ahora habían sido tratados como "necesidad de dependencia" o de "relaciones objetales" o de "simbiosis e individuación". Aunque incorpora mucho pensamiento psicoanalítico, la TEORÍA difiere del psicoanálisis tradicional al adoptar diversos principios que derivan de las disciplinas relativamente nuevas que son la etología y la teoría del control; al hacerlo así puede prescindir de los conceptos de energía psíquica y de impulso y establecer también estrechos vínculos con la psicología cognitiva. Se le atribuyen los méritos de que, mientras que sus conceptos son psicológicos, son compatibles con los de la neurofisiología y de la biología evolutiva y también EL HECHO DE AJUSTARSE A LOS CRITERIOS CORRIENTES DE UNA DISCIPLINA CIENTÍFICA. (Bowlby, J., “Vínculos afectivos” 7ª conferencia, ed. Morata, 1986) (subrayados nuestros)

 

Para comprender esta posición de Bowlby debemos, antes que nada, situarnos en la época y el lugar en donde estaba realizando su tarea científica. Era Londres en la mitad del siglo pasado y allí florecían varios pensadores que exponían teorías psicoanalíticas derivadas de la obra de Freud. Estaban, por ejemplo, Melanie Klein, Anna Freud, Donald Winnicott, Wilfred Bion, Michael Balint, Ronald Fairbairn y dejamos muchos en el tintero, como también soslayamos a otros investigadores de países donde prosperaba el psicoanálisis (p. ej. Jacques Lacan en Francia o Heinz Kohut y Erik Erikson en Estados Unidos).

Creemos que Bowlby se refiere a todos ellos como dependientes, en buena medida, del psicoanálisis tradicional mientras que sus planteos se alejan sustancialmente del mismo, al estar sustentados por disciplinas muy diferentes, como lo son la etología y la teoría del control ya mencionadas en la cita transcripta. Es en ese medio científico donde él expone su descubrimiento de la FUNCIÓN DE APEGO y piensa sinceramente que es sólo una “teoría” más, de todas las que están desarrollándose y lo que intenta es demostrar que esa “teoría” tiene un serio fundamento empírico.

Parecería que Bowlby, en muchos de sus textos, intuye la importancia de su aporte a la ciencia, pero no llega a darse cuenta cabal de la enorme dimensión del mismo y que, por lo tanto, no destaca el hecho de que ese aporte ya no es una “teoría” sino que ha pasado a la superior categoría de DESCUBRIMIENTO de una nueva FUNCIÓN que abarca no sólo a los humanos sino a todas las aves y mamíferos.

Es una función que lleva no menos de 100 millones de años de existencia pues tiene que ver con el salto evolutivo que conduce a la aparición de los mamíferos y de las aves, con sus compartidas condiciones de regulación de la temperatura corporal (homeotermia) y de alimentación de las crías - amamantamiento u otras formas - pues nacen inmaduras (neotenia). Estas dos condiciones – homeotermia y neotenia – permitieron a estas clases una adaptación mucho mayor a los ambientes cambiantes del planeta, ya sea a los variables climas como a otras diversas características del medio.

Los humanos poseemos una inmadurez programada (neotenia) mayor que ninguna otra especie lo que nos hace mucho más frágiles al nacer y mucho más dependientes de protección y cuidado, pero a su vez, mucho más adaptables a las variaciones del entorno. Y, como nos lo dice Wikipedia en su definición de “neotenia” que transcribimos en parte:

  Esto nos permite seguir aprendiendo y adquiriendo nuevos hábitos durante toda o casi toda nuestra vida. Por su parte, el etólogo y antropólogo Desmond Morris ha relacionado ciertas sensaciones gozosas de adultos de nuestra especie, el sentirse protegidos o queridos, con la neotenia (The Nature of Happiness, 2004)

 

Creemos que Bowlby conocía bien estos aspectos relacionados a la aparición del apego en la filogenia, sin embargo, sólo en pocas ocasiones aparece en sus escritos la palabra función para calificarlo. Muchas más veces está calificado como comportamiento o conducta. Pero veamos tres citas donde está de ambas formas.

 

Una:

El comportamiento de apego es una forma de conducta instintiva que se desarrolla en el hombre, al igual que en otros mamíferos, durante la lactancia y tiene como finalidad o meta la proximidad a una figura materna. La FUNCIÓN del comportamiento de apego consistiría en la protección contra depredadores. (Bowlby, J.; “Formación, desarrollo y pérdida” pág. 111)

 

Otra:

Si bien la conducta de apego es muy obvia en la primera infancia, puede observarse a lo largo del ciclo de la vida, sobre todo en situaciones de emergencia. Dado que se observa en casi todos los seres humanos (aunque según pautas variables), se la considera parte integral de la naturaleza humana y como algo que compartimos (en distinto grado) con miembros de otras especies. La FUNCIÓN biológica que se le atribuye es la de la protección. Tener fácil acceso a un individuo conocido del que se sabe que está dispuesto a acudir en nuestra ayuda en una emergencia es evidentemente una buena póliza de seguros...cualquiera sea nuestra edad.

Al conceptualizar el apego de este modo, como una forma fundamental de conducta con su propia motivación interna distinta de la alimentación y el sexo, y no menos importante para la supervivencia, a la conducta y a la motivación se les concede una categoría teórica que nunca se les había dado, aunque tanto los padres como los clínicos durante mucho tiempo han sido intuitivamente conscientes de su importancia. (Bowlby, J.; “Una base segura” pág. 41)

 

Otra:

Aunque los alimentos y el sexo en ocasiones desempeñan un papel importante en la relación de apego, esta relación existe por derecho propio y tiene una FUNCIÓN propia y clave para la supervivencia, es decir, de protección. (Bowlby, J.; “Una base segura” pág. 142)

 

Entendemos, pues, que la FUNCIÓN básica del apego (como lo dice el CUADRO 1 supra) es la búsqueda de proximidad y esta proximidad es la que otorgará protección en todos los sentidos posibles. Volveremos luego para mayores precisiones sobre esos diversos sentidos protectores.

Pero agreguemos algo más sobre el mundo científico en la época de Bowlby (y que aún se mantiene en muchas comunidades de enseñanza del psicoanálisis) para comprender mejor su cuidado al comunicar su pensamiento.

Las nuevas ideas que contradicen lo establecido, muy a menudo merecen fuertes críticas (el fenómeno “Galileo” parece que es eterno entre nosotros) y sobre eso nos habla Bowlby en este fragmento que transcribimos, donde se nota su disgusto por el rechazo a sus aportes y, además, nos advierte sobre la excesiva adherencia a las teorías, pues se obstaculiza así el desarrollo de la ciencia:

 

 Un problema con el que se encuentran todos los analistas que han propuesto nuevas IDEAS TEÓRICAS es el de la crítica de que la nueva TEORÍA no es “psicoanálisis”.

Tales críticas dependen, por supuesto, de nuestra definición del psicoanálisis. Lo más lamentable es que definirlo desde el punto de vista de las teorías de Freud es demasiado frecuente.

 Esto está en contraste con las definiciones adoptadas por las disciplinas académicas, que están siempre en función de los fenómenos que deben ser estudiados y de los problemas que deben ser resueltos.

 En tales disciplinas, el progreso está frecuentemente señalado por cambios en la teoría, en ocasiones de carácter revolucionario.

 Mientras los analistas continúen definiendo el psicoanálisis desde el punto de vista de una teoría particular, no podrán quejarse de que su disciplina sea tratada con indiferencia por los académicos. Más aún, definiéndola así la están condenando a una fría inercia. (Bowlby, J.; “Una base segura” pág. 74)

*********

Volviendo ahora al CUADRO 1, vemos que allí se establece al apego, no solamente como “búsqueda de proximidad” sino “con despliegue de afectos característicos”. ¿A qué se refiere esta acotación? ¿Cuáles son esos afectos?

Digamos primero que la mayor parte de las funciones somáticas se cumplen de modo automático, sin acceder al campo de conciencia. Unas pocas sí lo hacen (motricidad voluntaria, alimentación, eliminación, cópula…) y el apego pertenece a ese grupo al realizar actos y vivenciar afectos.

Además, es una función que señala un particular modo de unión entre las personas. S. Freud era muy drástico al afirmar que la función sexual era la más válida para entender esa unión y no un supuesto instinto gregario como se pensaba en su época. Nadie niega que el sexual sea un factor de unión muy poderoso y mucho más antiguo pues remite a los orígenes de la vida sobre la Tierra. Pero el apego nos habla de un factor de unión también poderosísimo, ya no para la conservación de la especie, pero sí para la supervivencia y la protección social, como nos lo decía Bowlby en la cita transcripta.

Presentamos de modo sintético en el siguiente cuadro, las distintas funciones que hasta ahora se pueden detectar para explicar la unión de los humanos, siempre teniendo en cuenta que la acción de estas funciones es conjunta e interactiva, aunque en distintas proporciones según el caso considerado:

CUADRO 3:





En tercer lugar, si ahora nos preguntamos sobre la naturaleza de los afectos inherentes al apego y buscamos una respuesta en los textos de Bowlby, encontraremos muy abundantes referencias y sólo pondremos algunas como ejemplo:

 

…muchas de las más intensas emociones humanas surgen durante la formación, el mantenimiento, la ruptura y la renovación de aquellas relaciones en las que una de las partes está proporcionando una base segura a la otra, o en las que alternan los respectivos papeles. Mientras que el mantenimiento imperturbable de tales relaciones es experimentado como una fuente de seguridad, la amenaza de ruptura o pérdida da lugar a ansiedad, y con frecuencia a ira, y la pérdida afectiva, a pesadumbre. (Bowlby, J.; “Formación desarrollo y pérdida” pág. 131)

 

En resumen, y en mis términos, el niño —y posteriormente el adulto— tiene miedo a sentirse apegado a cualquiera por temor a otro rechazo y a toda la angustia, la ansiedad y la ira a las cuales conduce. Como resultado, existe una obstrucción importante que se contrapone a la expresión o incluso al sentimiento de su deseo natural de una relación íntima y confiada, de cuidados, consuelo y AMOR... que yo considero las manifestaciones subjetivas de un sistema importante de conducta instintiva. (Bowlby, J.; “Una base segura” pág. 70)

 

Otro punto que quiero subrayar acerca de la conducta de apego consiste en que es una característica de la naturaleza humana a lo largo de nuestras vidas, desde la cuna hasta la tumba. Es cierto que por lo general resulta menos intensa y menos absorbente en los adolescentes y en los adultos que en los primeros años de vida. Sin embargo, el deseo de AMOR y cuidados es muy natural cuando una persona está ansiosa y perturbada. (Ibídem. pág. 100)

 

…es aquélla en que la madre —cuya infancia ha transcurrido desprovista de AMOR— busca en su propio hijo el AMOR del que ha carecido hasta ese momento. Al actuar así, invierte la relación normal progenitor-hijo, exigiendo al niño que actúe como progenitor mientras ella se convierte en hija. (ibídem pág. 127)

 

Cuando en un grado notorio ese individuo intenta vivir su vida sin el AMOR y el apoyo de otras personas, intenta volverse emocionalmente autosuficiente y con posterioridad puede ser diagnosticado como narcisista o como poseedor de un falso si-mismo del tipo descrito por Winnicott (1960). (ibídem pág. 146)

 

La amenaza de negar el AMOR a un niño como medio de control (ibídem pág. 169)

 

Si bien en estas citas se nombran distintos afectos podemos afirmar que el afecto básico en torno al cual giran todos los demás es el que, universalmente, se denomina AMOR y así lo destacamos en los pasajes que seleccionamos de entre los muchos donde aparece.

O sea, la búsqueda de proximidad está animada por ese sentimiento particular definido como amor, sentimiento que tiñe todas las conductas desplegadas en ese vínculo particular que llamamos apego.

El amor aparece muy tempranamente en el niño acompañando la aparición del apego ya programado genéticamente. Esta aparición se produce en nuestra especie entre los 4 y los 8 meses por la marcada inmadurez humana al nacer a diferencia de lo que ocurre en la inmensa mayoría de aves y mamíferos.

Una manifestación de la falla o distorsión de la programación genética del apego se puede observar en el elemento común que une a los diversos trastornos del espectro autista, es decir el componente AUTISTA. Estas características típicamente autistas se señalan con claridad en los manuales que describen los criterios diagnósticos de estos trastornos:

 

Del DSM 5 (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition) extraemos:

 

Deficiencias persistentes en la interacción social… deficiencias en la reciprocidad socioemocional… acercamiento social anormal… disminución de emociones o afectos compartidos… anomalías del contacto visual… falta total de expresión facial… dificultades para ajustar el comportamiento en diversos contextos sociales…o para hacer amigos… hasta la ausencia de interés por otras personas.

 

Aún más claro es el CIE 10 (Clasificación Internacional de Enfermedades) en su código F84.0:

 

Alteración cualitativa de la interacción social recíproca:

a.              Fracaso en la utilización adecuada del contacto visual, de la expresión facial, de la postura corporal y de los gestos para la interacción social.

b.              Fracaso del desarrollo de relaciones con otros niños que impliquen compartir intereses, actividades y emociones.

c.              Ausencia de reciprocidad socio-emocional, puesta de manifiesto por una respuesta alterada o anormal hacia las emociones de las otras personas, o falta de modulación del comportamiento en respuesta al contexto social o débil integración de los comportamientos social, emocional y comunicativo.

d.              Ausencia de interés en compartir las alegrías, los intereses o los logros con otros individuos.

 

Luego de muchos años en los que se sostenía que la falla en el apego en estas afecciones se debía a déficits en la interacción con las figuras de apego, pasó a estar hoy está claramente establecido que la falla proviene, no de la interacción sino del sistema neurológico. Y que la parte autista del trastorno consiste en la incapacidad para entender el vínculo que denominamos amor, cariño, ternura, etc. Esto está plenamente mostrado en el extraordinario caso de Temple Grandin que describe el eminente neurólogo Oliver Sacks bajo el título “Un antropólogo en Marte” (extraer de la app. ebiblioteca). También lo vemos con claridad en la película ADAM (2009. direc. Max Mayer) que está en las redes.

 

Son totalmente distintos los trastornos que proviene de interacciones patológicas. El salto es bien evidente: se pasa de una etiología individual a una etiología vincular. Los ejemplos claros que nos presenta, tanto el DSM 5 como el CIE 10, son el trastorno de apego reactivo y el trastorno de relación social desinhibida que exhiben idéntica etiología que transcribimos tal cual:

 

El niño ha experimentado un patrón extremo de cuidado insuficiente, como se pone de manifiesto

por una o más de las características siguientes:

1.              Negligencia o carencia social que se manifiesta por la falta persistente de tener cubiertas las necesidades emocionales básicas para disponer de bienestar, estímulo y afecto por parte de los cuidadores adultos.

2.  Cambios repetidos de los cuidadores primarios que reducen la oportunidad de elaborar un apego estable (p. ej., cambios frecuentes de la custodia).

3.  Educación en contextos no habituales que reduce en gran manera la oportunidad de establecer un apego selectivo (p. ej., instituciones con un número elevado de niños por cuidador).

 

Es necesario destacar - Bowlby lo hace continuamente - que los vínculos eróticos son totalmente diferentes de los vínculos de apego. Para Freud, estos vínculos - que él llamaba tiernos (no llegó a conocer el pensamiento de Bowlby) - eran sólo una expresión de la libido. Pero le fue muy difícil explicar su carácter duradero, tan distinto al de los vínculos placenteros eróticos y su carácter de descarga pasajera. (Ver la opinión de Freud en el Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche, “Inhibido o coartado en su fin”, Zielgehemmt = meta inhibida)

 

Afirmaremos, pues, que son claras las “leyes” del CUADRO 2 (denominadas leyes por nosotros, porque los autores les llaman efectos) y están todas apoyadas en empiria plenamente convincente.

También diremos que son claras las emociones que acompañan al vínculo de apego, empezando por lo que ya hemos señalado como amor, cariño, afecto, querer y otras vivencias muy próximas como protección, amparo, cobijo, sostén (Winnicott), continentación (Bion), empatía (Kohut), etc.

Como a menudo se usa la palabra amor vinculada a lo sexual, hemos optado por usar la expresión amor entrañable para referirnos a lo que las personas sentimos intensamente por padres, hijos, hermanos, parejas, amigos, mascotas, terruños, querencias, oficios etc. y que bien sabemos que es algo muy distinto al atractivo erótico.

Son igualmente claras las emociones que se despiertan con la pérdida o la separación de un importante objeto de apego y eso está bien señalado en la casuística de Bowlby.

Para decirlo con sus palabras:

 

Un rasgo de la conducta de apego de enorme importancia clínica, prescindiendo de la edad del individuo, es la intensidad de la emoción que la acompaña, dependiendo el tipo de emoción originada de cómo se desarrolle la relación entre el individuo apegado y la figura del apego.

 Si la relación funciona bien, produce alegría y una sensación de seguridad. Si resulta amenazada, surgen los celos, la ansiedad y la ira. Si se rompe, habrá dolor y depresión. Finalmente, existen pruebas fehacientes que el modo en que la conducta de apego llega a organizarse dentro de un individuo, depende en grado sumo de los tipos de experiencia que tiene en su familia de origen o, si es desafortunado, fuera de ella. (Bowlby, J.; “Una base segura” pág. 16)

 

Como puede apreciarse, el amor entrañable está expresado en esta cita como la intensidad de la emoción que… acompaña a la conducta de apego…Pero, además, están indicadas aquí emociones básicas que se despiertan cuando, por diversos motivos se frustra o se distorsiona el vínculo de apego: ansiedad, ira, depresión, celos, dolor anímico…

 

Para terminar, haremos un comentario sobre los distintos tipos de apego que se han descrito ya desde la época de Bowlby especialmente de la mano de Mary Ainsworth. En este tema sí que podemos hablar de TEORÍA, generada a partir del descubrimiento de la función de apego, porque es un tema difícil, complejo y oscuro sobre el que es posible discrepar, corregir o cambiar por otras teorías.

En un intento de ordenar las distintas formas que presenta el apego en las numerosas observaciones que realizan continuamente un conjunto cada vez mayor de investigadores interesados en el tema, se clasificaron las siguientes:

ü   apego seguro, la forma normal y deseable

ü   apego ambivalente

ü   apego evitativo

ü   apego desorganizado

…siendo estas tres últimas, indicadoras de sufrimiento anímico.

No vamos a describir aquí las características de estas diferentes formas pues están abundantemente presentadas en la literatura al respecto y a ella nos remitimos. Sí diremos que han sido obtenidas, sobre todo, de numerosas observaciones del modo de vínculo de niños con sus figuras de apego. Además, han podido ser corroboradas en adultos por conflictos claramente relacionados con situaciones similares vividas en su niñez.

Pero parece muy difícil lograr perfilar trastornos del apego claramente identificables para poder así incluirlos en un manual clasificatorio como el DSM o el CIE10.

Y al pensar en qué consiste esta dificultad, podemos pergeñar los siguientes puntos:

Ø     El hecho de estar observando una interacción entre dos (o más) participantes. Ya sabemos lo difícil que ha sido (y sigue siendo) clasificar tipos de familia, justamente por la gran variabilidad que se desprende de las interacciones múltiples generadas entre varios participantes y que se complican de modo exponencial a medida que aumenta el número de los mismos. Pues bien, la misma situación la tenemos cuando analizamos las conductas de apego porque lo observado no depende sólo de la acción de uno de los participantes sino de ambos. El propio Bowlby nos muestra que la mejoría que observa en la calidad de vida de las personas que lo consultan, está apoyada no sólo en el mayor conocimiento que adquieren de sí y de sus vínculos, sino en la generación con su terapeuta de un vínculo de apego que oficia como corrector de experiencias actuales o pasadas. Es la propia interacción la generadora de cambios en la experiencia.

Ø   Y si tratamos de definir sólo a uno de los participantes, puede sucedernos que encontremos la coexistencia de rasgos de varias de las formas descritas y en distintas proporciones según con qué figura de apego esté interactuando dicho participante. Sólo es más clara la definición de los casos cuando consideramos características bien opuestas. Así sucede en los dos tipos descritos por los manuales clasificatorios pues en ellos, el niño es o excesivamente desconfiado (para la forma “inhibida”) o excesivamente confiado (para la forma “desinhibida”). Se nos dirá que estas dificultades clasificatorias son habituales para muchos de los trastornos que describen estos manuales. Esto es sustancialmente cierto, motivo por el cual no debemos ser para nada estrictos con las clasificaciones y servirnos de ellas como orientadoras, para comunicarnos entre nosotros o para comparar resultados. Pero quizás debemos ser muy cautos al tipificar casos particulares.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario